martes, 2 de agosto de 2011

69. Igual a Ti


La pantalla mostraba a un bebe, no muy grande de tamaño, pero si muy bien desarrollado, parecía un niño recién nacido, en vez de un niño dentro del vientre de su madre a los dos meses.

- ¿Por qué esta tan desarrollado? – enseguida pregunte.

- Aun le falta mucho que crecer, la manera en el cual crecen en el vientre de una vampiresa, es diferente a la de cualquier mamífero, ellos primero desarrollan sus características, las que lo diferenciaran de todas las personas. – Explicaba, mientras movía el aparato, sin dejar de ver la pantalla del televisor. – Luego, crecerán.

- Es impresionante. – Dije maravillada, no podía dejar de ver lo que estaba dentro de mí, tan indefenso, quería protegerlo.

- ¡Es un niño! – Dijo señalando la parte inferior de su pequeño cuerpecito.

- ¡Lo es! Y es nuestro. – le tome la mano que tenia libre.

Paul dejo de ver la pantalla y me miro a mi, se acerco un poco, sin apartar el aparato de mi vientre, y me beso la frente, en ese momento los latidos se aceleraron, y vimos maravillados el televisor, el bebé había abierto los ojos, sentí como si nos estuviera mirando, Paul quedo perplejo, y yo, asombrada, ¿Un bebé podía hacer eso dentro del vientre?

- Mira sus ojos. – Dije mientras me di cuenta, que eran azules, idénticos a los de su papá. – Es igual a ti. – mire a Paul que movía la cabeza de lado a lado mirando a su hijo.

- Claro. – Dijo orgulloso. – Sol, Amor, ya quitare el aparato, lo miramos después ¿sí?

No quería que lo quitara, yo quería estar viéndolo, todo el día, pero teníamos aun mucho tiempo para verlo, nueve meses, faltaba mucho.

- Recuerda la otra sorpresa. – Menciono Paul, para tratar de convencerme.

- Está bien. – Dije.

Él quito el aparato, y lo fue a guardar, mientras yo limpiaba la piel de mi vientre que estaba cubierta de esa cosa pegajosa.

Al terminar de guardar todo, Paul me ordeno cerrar los ojos.

Sentí como salíamos de la habitación, caminamos un poco a través del pasillo y nos detuvimos, señalo que abriera los ojos, y así lo hice, estábamos enfrente de una puerta, la cual no había notado que había sido recién pintada de blanco.

- Ah, pintaste la puerta. – Le dije. El rio, ¿De qué reía?

- Tonta. – Suspiro. – Ábrela.

Al abrirla contemple una habitación llena de claridad, pintada de un Amarillo opaco, unas cortinas blancas, y una cinta de ositos pegada en la pared, nada parecida a lo que era antes, antes en esa habitación oscura, donde guardábamos cosas que no utilizáramos, ahora, esas cosas no estaban allí, en su lugar había una cuna blanca, con un móvil en la cabecera, sabanas del mismo color que las paredes, al lado de la cuna un pequeño estante colgando de la pared, con un portarretratos de una foto de nosotros dos abrazados encima; debajo de él, una mecedora blanca, del mismo color que la cuna, acolchada con unos cojines de patitos.

Ya sabía la razón por la cual la mayoría de los días de estos dos meses que pasaron me la pasaba en la casa de al lado hablando con Anny, jugando con Cesar, y escuchando las historias de Darwim, mientras mi esposo estaba en nuestra casa haciendo no se qué arreglos en la cochera, o en cualquier logar que él me dijera. Paul hacia siempre que me mantuviera distraída al subir las escaleras y a través del pasillo, para que así yo no notara lo que él hacía en la habitación donde ahora nos encontrábamos, pero todo eso había valido la pena, esta era la habitación de nuestro hijo, Sebastián.

- Es Hermosa. – Alcance a decir.

- Siéntate en la mecedora, tomare una foto. – saco la cámara de su bolsillo, no me parecía extraño de Paul, siempre planeando todo.

Me senté, sonreí y mire la cámara, mientras Paul tomaba la foto.

Después de la foto, mire toda la habitación desde donde estaba sentada, había un closet con las puertas pintadas de blanco, igual que casi todo en la habitación.

Paul se sentó en un sofá cama que había enfrente de la cuna.

Me levante y me senté al lado de él.

- Me sorprendes. – Le dije. – Este niño, será un consentido. – acaricie mi vientre.

- Lo será, - Suspiro y me beso la mejilla. – Mira el techo.

Enseguida levante la mira, y en el techo, estaba dibujado un cielo, era azul idéntico al real, y tenía nubes que parecían moverse, en realidad, parecía que habían quitado el techo y habían dejado al descubierto la habitación, pero no era sí.

Deje de mirar el cielo artificial, y abrace a Paul, el me lo devolvió de una manera muy cariñosa, después del abrazo me miro directo a los ojos y susurro un ‘Te Amo’, lo respondí con un beso, el tomo mi barbilla en su mano y volvió a verme con sus ojos azules, iguales que el cielo, entonces recordé los ojos de mi hijo, nuestro hijo, eran idénticos a los de él, no tenían comparación.

- Nada Nos Separara. – Menciono sin dejar de mirar mis ojos, y sin yo dejar de ver los suyos.

- Nada. – Repetí yo, el me jalo hacia él y nos volvimos a abrazar.

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